domingo, 29 de diciembre de 2013

Letanías del Corazón Agonizante de Jesús


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viernes, 23 de agosto de 2013

CORAZÓN DE JESÚS, ESPERANZA DE LOS QUE EN TI MUEREN


CORAZÓN DE JESÚS, ESPERANZA DE LOS QUE EN TI MUEREN

5 de noviembre, 1989

Amadísimos hermanos y hermanos:

1.La reciente conmemoración de todos los fíeles difuntos nos invita hoy a contemplar, bojo una luz de fe y de esperanza, la muerte del cristiano, para la que las letanías del Sagrado Corazón -objeto de nuestras reflexiones en anteriores encuentros dominicales -nos ponen en los labios la invocación: "Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, ten misericordia de nosotros".
La muerte forma parte de la condición humana: es el momento terminal de la fase histórica de la vida. En la concepción cristiano, la muerte es un paso: de la luz creada a la luz increada, de la vida temporal a la vida eterna.
Ahora bien, si el Corazón de Cristo es la fuente de la que el cristiano recibe luz y energía para vivir como hijo de Dios, ¿a qué otra fuente se dirigid para sacar la fuerza necesaria para morir de modo coherente con su fe? Como "vive en Cristo", así no puede menos de "morir en Cristo".
La invocación de las letanías recoge la experiencia cristiana ante el acontecimiento de la muerte: el Corazón de Cristo, su amor y su misericordia, son esperanza y seguridad para quien muere en EL.

2.Pero conviene que nos detengamos un momento a preguntamos: ¿Qué significa "morir en Cristo"? Significa ante todo, amadísimos hermanos y hermanas, leer el evento desgarrador y misterioso de la muerte a la luz de la enseñanza del Hijo de Dios y verlo, por ello, como el momento de la partida hacia la casa del Padre, donde Jesús, pasando también El a través de la muerte, ha ido a preparamos un lugar (Jn 14,2); es decir significa creer que, a pesar de la destrucción de nuestro cuerpo, la muerte es premisa de vida y de fruto abundante ( Jn 12,24).
"Morir en Cristo" significa, además, confiar en Cristo y abandonarse totalmente a El, poniendo en sus manos - de hermano, de amigo, de buen Pastor - el propio destino, así como El, muriendo, puso su espíritu en las manos del Padre (L.c. 23,46). Significa cerrar los ojos a la luz de este mundo en la paz, en la amistad, en la comunión con Jesús, porque nada, "ni la muerte ni la vida... podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,38-39). En aquella hora suprema, el cristiano sabe que, aunque el corazón le reproche algunas culpas, el Corazón de Cristo es más grande que el suyo y puede borrar toda su deuda si él está arrepentido (1 Jn 3,20).

3."Morir en Cristo" significa también, queridos hermanos y hermanas, fortificarse para aquel momento decisivo con los "signos santos" del "paso pascual": el sacramento de la Penitencia, que nos reconcilia con el Padre y con todas las criaturas; el santo Viático, Pan de vida y medicina de inmortalidad; y la Unción de los enfermos, que da vigor al cuerpo y al espíritu para el combate supremo.

"Morir en Cristo" significa finalmente, "morir como Cristo": orando y perdonando, teniendo junto a si a la bienaventurada Virgen. Como madre, Ella estuvo junto a la cruz de su Hijo (Jn 19,25); como madre está al lado de sus hijos moribundos, Ella que, con el sacrificio de su corazón, cooperó a engendrarlos a la vida de la gracia (Lumen Gentium, 53); está al lado de ellos, presencia. compasivo y materno, para que del sufrimiento de la muerte nazcan a la vida de la gloria.

Papa Juan Pablo II

miércoles, 3 de abril de 2013

Letanías del Corazón agonizante de Jesús

 
Letanías del Corazón agonizante de Jesús

Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, escúchanos.
Jesucristo óyenos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros,
Corazón agonizante de Jesús, ten misericordia de los moribundos.
Corazón agonizante de Jesús que, desde el primer instante de tu formación en el casto seno de maría has sufrido por nuestra salvación, ten misericordia de nosotros.
Corazón agonizante de Jesús, que durante toda tu vida has sufrido tantas penas interiores, especialmente durante tu pasión, ten misericordia de nosotros. (En adelante se repite ten misericordia de nosotros).
Corazón de Jesús, que llevaste contigo a tus más caros discípulos para ser testigos de tu dolorosa agonía en el huerto de los Olivos.
Corazón agonizante de Jesús que dijiste a sus apóstoles: triste está mi alma hasta la muerte.
Corazón agonizante de Jesús, que fuiste sobrecogido de una mortal tristeza al prever la inutilidad de tus sufrimientos para un gran número de almas.
Corazón agonizante de Jesús que has sido saciado de amargura por causa de nuestros pecados.
Corazón agonizante de Jesús que pediste tres veces a tu padre celestial alejase de ti el cáliz de tu pasión.
Corazón agonizante de Jesús, que has repetido tres veces esta oración: Padre mío, que se haga tu voluntad y no la mía.
Corazón agonizante de Jesús, que has hecho esta queja amorosa a tus apóstolos: ¡Cómo! ¿no has podido velar un ahora conmigo?
Corazón agonizante de Jesús, cubierto por la violencia del dolor y por el exceso de tu amor, con un sudor de sangre abundante, que empapó la tierra donde estaba prosternado.
Corazón agonizante de Jesús, abierto para los pobres pecadores.
Corazón agonizante de Jesús, abismo de misericordias.
Corazón agonizante de Jesús, que nunca te cansas de nuestros ruegos.
Corazón agonizante de Jesús, en el que esperamos contra toda esperanza.
Corazón agonizante de Jesús, nuestro asilo contra tu propia cólera.
tribunal de misericordia, al que podemos apelar en los decretos de tu justicia.
Corazón agonizante de Jesús, donde la justicia y la misericordia se han abrazado.
Corazón agonizante de Jesús, obediente hasta la muerte de cruz.
Corazón agonizante de Jesús, que has pagado por nuestras iniquidades.
Corazón agonizante de Jesús, que has convertido al ladrón crucificado a tu derecha.
Corazón agonizante de Jesús, que nos has prodigado tu dulzura.
Corazón agonizante de Jesús, al que en cambio hemos vuelto hiel y vinagre.
Corazón agonizante de Jesús, que has encomendado tu alma santísima en las manos de tu Padre.
Corazón agonizante de Jesús, víctima infinitamente agradable a tu Padre.
Corazón agonizante de Jesús, víctima a quien consumió el fuego de amor.
Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
Corazón agonizante de Jesús, sacrificio que aplacas la justicia divina.
Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en la sombras de la muerte.
Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
Corazón agonizante de Jesús, que aplacas la justicia divina.
Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en las sombras de la muerte
Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
Corazón agonizante de Jesús, dulce refugio y consuelo de los agonizantes.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Ten misericordia de nosotros Señor.

V. Corazón agonizante de Jesús, esperanza de los que mueren en ti.
R. Ten misericordia de los moribundos

Oración

¡Oh amantísimo Señor Jesús! Que has querido nacer, sufrir y morir por salvar a todos los hombres, es en nombre de todas las pobres almas que sufren en este instante y que sufrirán en el día de los combates de la agonía, que te suplicamos humildemente les concedas la gracia, por los dolores de tu Corazón agonizante, del arrepentimiento y del perdón. Dígnate, oh divino Salvador, escuchar esta almas que has rescatado con tu preciosísima sangre y que te claman por la intervención de sus hermanos en la fe. Es hacia Ti, Oh Corazón agonizante de Jesús, que vuelven nuestras miradas moribundas y la esperanza de nuestras almas en este día del último combate en que por la mañana no esperamos ver la tarde, y en la tarde no esperamos ver la mañana, en que todo es luto y abandono en torno nuestro; nuestros cuerpos caen en la disolución, nuestras almas están sobrecogidas de espanto, nuestros ojos ya nublados se fijan en tu imagen crucificada, Oh Jesús, y en la de tu Corazón herido por los pecadores… Vemos esta herida abierta para ofrecernos un asilo contra los enemigos de nuestra salvación… En ella buscamos nuestro refugio… ¡Oh Corazón lleno de compasión hacia nosotros! Sálvanos, ocúltanos a tu propia justicia, y no nos trates según nuestras iniquidades. Sálvanos, Señor, puesto que tu adorable nombre ha sido invocado sobre nosotros en el bautismo, por la Iglesia, tu santa esposa; no olvides que María, tu Madre, es también la nuestra; tu corazón y nuestros labios la han proclamado inmaculada y siempre Virgen. Danos la fe y la contrición que diste al buen ladrón; acepta nuestros dolores y nuestras angustias en unión a tu dolorosa agonía; dígnate oh misericordiosísimo Redentor del mundo, dejar caer sobre nuestras almas una gota de ese sudor divino que destiló de tu sagrado cuerpo en el huerto de los Olivos, y de la sangre preciosa que salió de tu santísimo corazón herido con la lanza en la cruz. La fuerza y la dulzura de este celestial licor lavará todas nuestras iniquidades, será el bálsamo divino que sanará nuestras llagas y nos reconciliará contigo. Oh Jesús; en fin, Oh Corazón agonizante de nuestro Salvador y de nuestro juez, atiende a nuestro deseos; que sostenidos por María, nuestra tierna madre, y por san José, nuestro poderos protector, tengamos la dicha de unirnos a ti por toda la eternidad. Amén.

Prácticas

1º Rezar por los agonizantes tres Padre nuestro en memoria de la pasión del Señor y tres Ave María, en memoria de los dolores de María.

2º Procura a los agonizantes la asistencia de un sacerdote, y si no lo consigues, asístelos tú mismo haciéndoles repetir los dulces nombres de Jesús y María.

3º Inspírales sentimientos de humildad filial confianza.
4º Ponles el escapulario de N. S. del Carmen, pues el que muera revestido con esta divisa no caerá en el infierno, María lo ha dicho y no puede engañarnos.

5º Inspira al enfermo que se abandone completamente entre los brazos del S.S. José, este padre protector especial de la buena muerte, que tiene gran poder para conseguir para los que le invoquen la gracia de expiar dulcemente como él entre los brazos de Jesús y María.

5º Enseña a todos los que no la conozcan, la devoción del Corazón agonizante: introdúcela en las familias, en las comunidades y entre tus amigos; y no dudes que aquel Sagrado Corazón te bendecirá. Si por el fervor de tus oraciones llegas a salvar cada día un alma, serán, al cabo de un año trescientas sesenta y cinco las que habrás salvado… en diez años serán tres mil seiscientas cincuenta. ¡Qué cosecha! ¡Qué corona para la eternidad!

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